11 de agosto de 2010

Ser parte de la media.

Hace unos días un profesor nos explicó en números nuestro destino. Según él no nos casaríamos por ningún motivo, con alguien cuyo nivel de estudio fuera menor en dos grados al de nosotros. O sea, ya que estamos estudiando en la universidad y suponemos terminar la carrera algún día, nos excluyó toda posibilidad de que terminemos nuestros días con alguien cuyo nivel de estudio termine en la enseñanza media. Sus palabras me generaron cierta incomodidad, no porque de verdad quiera casarme con un sujeto que sólo llegó a ese nivel, sino porque sentí que mi vida estaba siendo limitada por las estadísticas.
Recuerdo que dijo que si no nos casábamos con algún compañero de carrera, lo haríamos con un sujeto con más grados de estudio, o un ingeniero. Cuando escuché lo último sólo escuché un “puaj” en mi interior. No es que tenga algo contra los ingenieros, de hecho tengo amigos y amigas en aquella carrera, y son muy buenas personas, pero es algo que no buscaría ni desearía.
Imposible fue sentir cómo mis posibilidades o posibles caminos de vida iban disminuyendo, ya que todo lo dicho anteriormente no fueron palabras arbitrarias, sino que una reproducción de lo que dicen las estadísticas, y por tanto así son o suelen ser la cosas, y junto a todo ello se me vinieron los gráficos y tablas a la cabeza. ¿Somos parte de la masa que se ubica en la media de la curva, o somos parte de las excepciones y casos raros?
Podemos vivir nuestras vidas sintiéndonos únicos, pero no nos damos cuenta que hacemos todo lo que se espera que hagamos. Sólo unos cuantos datos y podrían hablar los expertos acerca de qué tipo de personas somos. ¿Es posible ser parte de esta masa que se mueve y mueve hacia lugares en donde ya ha estado?
Las palabras del profesor me produjeron cierta angustia al ver mi vida o mi futuro como algo escrito o esperado. De repente sentí que perdí mi individualidad y el control sobre lo que hago. Y quizás sea verdad, es posible que no me case con un sujeto con la pura enseñanza media, pero uno nunca  quiere perder la esperanza de que algo extraordinario o fuera de lugar llegue. para covertirnos en la linda excepción. Y bueno, no sabemos lo que puede suceder, dónde terminaremos o a quiénes conoceremos. Es por eso que decidí que la angustia me abandonara y terminé dándome cuenta de que depende de muchas cosas el ser parte de la mayoría y terminar tal cual dicen los números.
 Hoy no soy parte de una de esas mayorías. Me gusta hacer lo que quiero, cuando lo estimo conveniente. No soy un salmón que va siempre contra la corriente, o un espíritu rebelde que vive según lo opuesto a lo establecido o tradicional, aunque debo admitir que el hacer cosas poco esperadas por los demás le da un no sé qué a la vida. Seguiré eligiendo y haciendo siempre lo que considero es lo que quiero, aunque me vean como una loca o todos queden felices.

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