7 de noviembre de 2009

Las cosas no son lo que parecen.


Debo reconocer que con el tiempo me he dado cuenta de lo real que es la frase: Sólo sé que nada sé.
Nunca pensé que con los años, el conocimiento acumulado, y las clases y vida universitaria, nacería de a poco la intriga y el tambaleo de lo que siempre creí como verdadero, mis propios dogmas.Nací en una familia tradicional, con verdades incuestionables, visiones de vida del ser o no ser, crecí desde el punto de vista de un lado de la moneda. Seguí formándome por ese mismo sector, y debo decir que he sido feliz así, he creado mis propios constructos, mis reglas, mi visión de mundo y mi ideología personal. Pero desde que salí de la burbuja colegial y empecé a entrar a este mundo del saber, de la independencia personal, entre otras cosas, conocí gente que en verdad no era tan similar a mi, pese a estar en el mundo o ambiente categorizado con una sola visión.Creo que jamás esperé encontrarme con tantas visiones de mundo, tantas opiniones de la realidad que se parecían a la mía por un lado, pero por otro no.Me enfrento a una disonancia, a una incomodidad que no veo como mala. De repente me siento minoría en un nuevo mundo donde mi opinión siempre había sido la políticamente correcta y oficial. Luego me siento en los zapatos de todos aquellos que durante tantos años me contradecían y callaban para no ir contra la corriente. ¿Es legítimo defender tu voz cuando estás en un grupo que piensa totalmente diferente a ti, o critica lo que tú siempre has apoyado?Luego las cosas no se ven fáciles.Por suerte en este nuevo mundo en el que me estoy integrando de una cosa que no carece es de tolerancia. Es ahí donde me siento orgullosa donde estoy, pese a las diferencias ideológicas, políticas, religiosas, etc. Mi voz vale tanto como las otras, y esos compañeros de mundo lo entienden así. Entonces hablo y hablo, defiendo y expongo mi postura, y los demás oyen, y no me miran con caras destructivas, me miran como un otro diferente, uno más, ya que todos somos diferentes. Y es ahí donde me doy cuenta que la pelea y rivalidades no se deben dar por un contenido, sino que por el derecho a la voz, la tolerancia. Ése es el verdadero ideal que debemos defender. El poder escuchar al otro, sin sobresalto, y ponernos siempre en sus zapatos. No juzgar antes de entenderlo, no creer que es un rival, sino que es un alguien que vivió algo y por ello adoptó tal posición.No sobrestimemos, no sobrevaloremos, la cosa es clara. Escuchar, imaginarnos en la situación del otro, y tolerar. No hay nada mejor que un grupo con diversidad de ideas y visiones, no hay nada mejor como una diversidad rica en recursos.

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