Cuando inicio una relación o empiezo a conocer mejor a alguien, siempre está la aprobación de una persona que me es indispensable. No hablo de mis padres, no hablo de mi familia, ni de mis amigas, sino que de mi mejor amigo. Debo declarar que temo más por el momento en que le presento mi pareja a él que a mi familia, y no porque lo tenga en un altar, como gurú, o porque tengamos una amistad en la que soy una amiga sometida, sino porque “lamentablemente” tiene un sexto sentido con las personas que conozco, y como dice él, basta sólo con que compartan una cerveza para que se dé cuenta de cómo son las personas. Tiende a ser un amigo muy sobreprotector y aunque a veces se deja guiar por la primera impresión para juzgar, en mi pasado muchas veces ha dado en el clavo con ciertas cosas que no he visto.
Aún recuerdo cuando lo conocí, fue una amistad a primera vista, nunca me había reído tanto y me dije “esta persona debe seguir en mi vida”, fue entonces que no lo solté más y nos empezamos a juntar muy seguido. Me acompañó a mi primer concierto (El SUE del 2005, para ver a Kings of Leon y The Strokes), con él conocí el mundo nocturno y aprendí a beber y no morir en el intento, entre otras cosas. Creo que es una de las únicas personas que sabe como soy sin necesidad de tener que demostrarlo en cada momento.
Cuando nos conocimos, los años de diferencia eran notorios, como se dice, él venía de vuelta, en medio del mundo universitario, con mil y una experiencias, y yo era una buena niña de colegio de monjas, y supongo que por esta razón siempre ha tratado de protegerme, hasta el día de hoy, de todo lo que ha visto y sufrido. Y bueno, siempre ha estado ahí conmigo, en las buenas y en las malas, a su estilo, directísimo, aunque me saque lágrimas, con la verdad por delante. Y es ese mismo estilo el que ha colaborado en mi crecimiento personal.
Yo sé lo que están pensando... la típica pregunta que se da en amistad hombre-mujer.¿Nunca pasó algo? No, nunca. Aunque debo admitir que mis intenciones al principio no se limitaban a la simple amistad, y bueno, tenía mi ilusión platónica que cayó a tierra luego de aclararlo con él. No éramos el uno para el otro, con el tiempo me di cuenta que así era mejor, y lo fue.
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