2 de mayo de 2010

Crecer a la fuerza.

Los gustos cambian, la manera de ver el mundo cambia, las necesidades cambian, la importancia que toman ciertas cosas cambia, las metas cambian, las personas cambian. Es el efecto del tiempo sobre nosotros, y no digo que sea nocivo, no lo implica en todos lo casos.
A veces me comparo con mis amigas, estamos en el mismo lugar, pero venimos de mundos diferentes, de procesos diferentes. Las circunstancias personales nos han golpeado distinto y nos han hecho encontrarnos en un punto determinado de la existencia, permitiendo que nos conozcamos y tengamos una amistad.
El tiempo ha pasado rápido. No me he dado cuenta de lo adulta que soy o de lo poco que me falta para llegar a serlo. Pagar cuentas, despertarse temprano, añorar el momento de dormir, salir por un café, planificar la vida, cocinar, limpiar, hacer depósitos, estudiar, etc. Desde que pisé suelo capitalino el crecimiento mío se ha acelerado y hoy me encuentro en una etapa que es de mi agrado, pero que hasta hoy había ignorado.
Una de las ventajas de ser estudiante "provinciana" es ésa. Tener que crecer a la fuerza. Tener que habitar un espacio en donde tú tienes la responsabilidad de todo. Del ruido, de la limpieza, de que sea acogedor, de que funcione. Para muchos es un proceso asqueroso, lo viven como tortura, y añoran la mano de la madre que les acomodaba el mundo. Otras personas ya sabían a lo que iban. Es un proceso duro, es salir de la burbuja. Pero es una parte de las miles de experiencias del desarrollo que enfrentan todos, o casi todos en algún momento de su vida. Unos ahora, otros ya lo hicieron, y los demás lo harán después.
Pero hay otros crecimientos que también son de golpe. El crecer a raíz de experiencias displacenteras, y que no están dentro de las cosas que contemplamos, como la pérdida de alguien, errores, fracasos, caídas, malas experiencias, entre muchas otras cosas. Situaciones que no buscamos y que tampoco podemos remediar. Es cuando haces todo lo que está en tus manos para que eso aversivo no suceda, pero el universo y la vida han decidido que así debe ser. A veces sospechamos que viene esa ola, otras veces nos atrapa desprevenidos y es más el golpe que el hecho mismo lo que nos agarra y nos produce el quiebre.
Hay hechos en la vida que no son pedidos, y llegan a nuestras vidas sin que podamos cerrarles la puerta. A veces estamos obligados a mirar de frente y simplemente reconocer y enfrentar el cambio que producirá en nuestra vida, de lo contrario las consecuencias pueden ser peores. A veces es mejor mirar que no mirar. Al enfrentar estamos dándole existencia a un algo, y poniéndonos a nosotros en una posición poderosa, activa, al darle esa existencia y al decidir qué hacer después.
Cada hecho de este tipo, que produce una sacudida en nuestros esquemas, modifica nuestro mundo, y con ello nos modifica a nosotros también. Está en nosotros el decidir qué lugar en este cambio tomaremos. Si seremos víctimas, o seremos ganadores. Y con ganar no me refiero a recuperar el estado anterior al cambio, sino que crear un estado nuevo y acogedor.

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