Post escrito para Be Bloggera el año 2011.
Recuerdo que fue un día hábil de la semana, que salí apurada y un poco atrasada del departamento para llegar a la universidad. Trataba de encontrar un buen playlist para hacer más grato el camino, y para que el día frío y nublado no me quitara energías.
Y comencé a caminar por la solitaria calle que me llevaba al transporte público, cuando de pronto fijé mi mirada a la cuadra de enfrente y ví algo que no se ve todos los días. Un tipo joven iba caminando junto a un perro, pero en verdad no caminaba como lo hacía yo en ese momento, si no que lo hacía bailando.
Todo era una coreografía, una secuencia que no pude descifrar. Avanzaba dos pasos en puntillas, tipo bailarina, daba una vuelta y seguía con tres pasos más, pero con mayor velocidad. Y al mismo tiempo el perro lo seguía saltando. Pude ser espectadora, de tal manera original de desplazarse por la vía pública, en gran parte de mi trayecto, hasta que mi apurado paso me hizo perderlo de vista.
Fue ese evento el que en un día gris, me hizo seguir con una sonrisa en mi cara. ¿No sería genial que la vida fuese un musical? De pronto recuerdo esa pregunta por parte de una profesora de un ramo de investigación. ¿No sería genial que estuviésemos en una conversación y la siguiéramos con un poco de canto y baile? (...)
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